En el año 1920, en Santiago de Chile, Arturo Irarrázaval Correa creó la Fundación, a la cual dio su nombre, y cuyo objetivo, desde el primer día, ha sido apoyar a colegios técnicos donde asisten niños y jóvenes de los sectores menos favorecidos del país.
A la ayuda histórica que ha otorgado la Fundación, fundamentalmente, para implementar y mejorar talleres, infraestructura y becas para los alumnos, se ha sumado el aporte al perfeccionamiento y fortalecimiento del área de formación técnica, a través del apoyo de diferentes instituciones privadas dedicadas a la capacitación de profesores en distintos ámbitos y materias. Actualmente, además, se consolida como una RED de colegios con espíritu colaborativo.
La clave de todos estos años de historia “no ha sido otra que respetar lo que el Fundador estableció en sus estatutos y que todos quienes lo han sucedido, a lo largo de estos 100 años, han procurado respetar, seriamente, esa voluntad del Fundador. Eso de verdad es algo bien excepcional en Chile”, afirma Aníbal Vial.
Sin embargo, también destaca el aporte de los colegios en la construcción de esta historia. “El ánimo colaborativo y generoso que ha caracterizado la relación entre ellos, la conciencia común de estar construyendo una obra de bien, que favorece a muchos niños y niñas en Chile, a quienes se les educa en una especialidad técnica, con una impronta cristiana, que se expresa como un servicio que impacta muy directamente en las comunidades donde se encuentran los colegios que la Fundación, ayuda y facilita su objetivo. La responsabilidad compartida entre la Fundación y los colegios ha contribuido a la permanencia y fortalecimiento de esta gran alianza”.
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